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La reestructuración empresarial debe ser una idea que empresario y directivo deben tener constantemente en mente. Si bien es un ejercicio que proporciona viabilidad, el grado de éxito de un proceso de reestructuración decrece en la medida en que se tarda en abordarse.
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Pensamos que la reestructuración es una materia que linda con los procesos de insolvencia. En efecto, en demasiados supuestos el empresario o el directivo se plantea un proceso reorganizativo cuando su vida diaria se centra en el combate con los acreedores. Pero los procesos de reestructuración, que exigen medidas de revisión de las operaciones, reorganización, redimensionamiento, redireccionamiento, refinanciación, entre otras “erres”, deben ser parte de la disciplina diaria. Al menos una vez por semana los responsables de la empresa deben reflexionar y revisar su situación y la tendencia del mercado, los clientes, la plantilla, los proveedores, los acreedores financieros y los institucionales). Si ese análisis se hace con constancia, la compañía gozará de la flexibilidad necesaria para acomodarse a los vaivenes del mercado, puesto que, fruto de la reflexión, el empresario decidirá o el directivo propondrá medidas concretas de actuación.
Como decimos, a veces esta labor de reflexión no se hace porque el mercado está vivo y los rigores diarios nos impiden sentarnos y analizar. En ese caso, dependiendo del grado de avance del deterioro empresarial, puede ser necesaria una acción más incisiva en tres grados: extraconcursal, preconcursal o concursal (las dos últimas propias de nuestro Derecho de Insolvencias).
Extraconcursal
Estas acciones no están tasadas legalmente, lo que aporta un gran campo de juego. Por el contrario, al no estar protegido, el empresario corre riesgos, puesto que sus acreedores (todos) cuentan con herramientas para forzar la voluntad del, permítanme, “deudor”.
Preconcursal y concursal
Son instrumentos que sí están tasados, y la normativa concursal facilita una suerte de protección frente al conocido dilema del prisionero de la teoría de juegos. Esto es lo que en Derecho inglés se conoce como London Approach, con su stand still, o cosa parecida (porque tiene sus excepciones, a la vista de que las Administraciones Públicas son una especie de “caballito blanco”).
En definitiva: después de centenares de procesos en nuestra memoria (muchos de ellos felices), mi más humilde recomendación es que los empresarios y directivos deben hoy mismo mirar a sus adentros empresariales para determinar realmente cuál es su situación, sea de la mano de un equipo de expertos, sea en la soledad de los libros. Son fechas que facilitan la reflexión.
El proceso debe ser sencillo y barato, pero lo que debe lograr es una visión estratégica que dé tranquilidad y seguridad al gestor. Mirar hacia otro lado o no reconocer la necesidad de analizar cada día nos lleva a más disgustos. Porque con la proliferación de normativa societaria y mercantil, ser directivo, empresario o administrador se está convirtiendo en una verdadera profesión de riesgo.
Con nuestros mejores deseos para el año que comienza.